sábado, 12 de diciembre de 2009

Sobre la Ley de Desarrollo Sostenible

¿Ley de Desarrollo Sostenible o Ley para sostener el desarrollo? Esa es la principal cuestión que se tiene que abordar a la hora de analizar este contradictorio texto con el que el Gobierno de Zapatero espera cambiar el modelo productivo de nuestro país.

El primer problema lo encontramos en si realmente una ley puede cambiar un modelo y, sobre todo, si puede cambiar una cultura consumista que es insostenible por si misma.

A esto por supuesto no favorece la idea de aumentar la competitividad económica a partir del desarrollo de nuevas infraestructuras y de potenciar el comercio exterior, tal y como aparece en el anteproyecto.

Desarrollo de nuevas infraestructuras

La nueva ley no solo no corrige un modelo de movilidad basada en el transporte de mercancías por carretera, el aumento de los desplazamientos o los trenes de alta velocidad, sino que convierte a esto en el eje central del desarrollo de la misma.

Esto se empeora aún más si cabe, con la entrada de la financiación privada en la obra pública, un hecho que orienta hacia la lógica empresarial el desarrollo de las infraestructuras y lo aleja por tanto de la apuesta por el transporte público como generador de más empleo y de mayor calidad a corto y largo plazo.

Sector exterior

La segunda pieza de ese nuevo modelo que se quiere impulsar lo encontramos en la expansión del comercio exterior de España, lo que supondría un aumento de las emisiones de CO2 debido a que aumentarían el movimiento de mercancías.

A eso hay que sumar un nuevo aval a las actitudes espoliadoras que tienen las multinacionales españolas en el extranjero y especialmente en el Iberoamérica. Allí, Repsol o Endesa están extrayendo recursos naturales sin mirar el desarrollo sostenible de la región ni de las personas que las habitan.

Elementos positivos

A pesar de partir de unas bases poco sostenibles si cabe destacar algunas ideas que si son desarrolladas permitirían avanzar en el objetivo de proteger el medio natural donde vivimos.

Así encontramos una acertada reorientación del sector inmobiliario hacia la rehabilitación, el alquiler y la reconversión ecológica de las edificaciones frente a la construcción y la especulación que había caracterizado a España hasta el inicio de la actual crisis económica.

También hay una clara apuesta por las energías renovables, aunque se puede decir que es poco ambicioso el objetivo del 20% del total de lo que se consume en España para 2020. Tampoco encontramos una postura definitiva con respecto a la energía nuclear y su futuro.

Otro de los aspectos positivos es el relacionado con el transporte sostenible y la innovación en el consumo de energía. Con respecto a esto último tenemos que advertir que una mayor eficiencia en el consumo de gasolina no ha supuesto en los últimos diez años una disminución de emisiones de CO2 por parte del parque automovilístico, sino lo contrario, ya que se ha aumentado el número de desplazamientos y los kilómetros de los mismos.

Por último, es también destacable la apuesta por la recuperación de los bosques y por la mejora y mantenimiento de los actuales como clave para el desarrollo rural y como futuros sumideros de CO2.

En conclusión, la Ley de Desarrollo Sostenible puede quedar más como un proyecto de marketing consistente en colocar el adjetivo sostenible a todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.

No se entra para nada en cuestionar ni los parámetros de crecimiento, ni el consumismo actual, ni la cultura individualista, que son los que realmente hacen insostenible el modelo.

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